Identidá Astur

Cristobo de Milio Carrín

Carta mandada a La Nueva España:
El furibundo, pintoresco y castizo editorial que publica hoy La Nueva España, con motivo del referéndum catalán, daría para un jugoso análisis sobre la ideología dominante en este país nuestro. Dejen que me centre en un detalle especialmente revelador: la referencia a Don Pelayo. Brama el editorialista contra el falseamiento de la historia que achaca a los catalanistas (“Cataluña nunca fue nación política soberana, aunque el maniqueísmo construya y manipule mitos a su antojo”) y celebra, por el contrario, la herencia del héroe astur, fundador de “un proyecto conjunto… juntos se llega mucho más lejos que separados”. Qué ironía: el rebelde, el tipo que se alza en armas contra el poder sureño para fundar un diminuto reino independiente, es ahora el héroe de los centralistas. Pero los que falsean y manipulan, ojo, son los otros.
No soy quien para juzgar ni aconsejar a los catalanes: son más de siete millones y saben cuidar muy bien de sí mismos. Lo hacen mejor que nosotros, de hecho. No obstante, sí creo que pueden aprender valiosas lecciones del ejemplo asturiano. Que vengan y que vean lo que hacen los partidos centralistas cuando pueden. Que vean el modo en que han discriminado, ninguneado y perseguido las lenguas propias de Asturias, hasta casi extinguirlas. Que vean los millones tirados en mamotretos como el Palacio de Congresos “Princesa Letizia” (que no falte la ridiculez monárquica) mientras se hunde el Prerrománico y se pudren los hórreos. Que vayan a los pueblos de las alas y pregunten cuál ha sido la política del Principado respecto al medio rural, durante los últimos treinta años. Que escuchen a Javier Fernández sacar las “madreñas” cada vez que quiere acusar a un adversario de atraso y corteza de miras. Que comparen sus universidades con la de Oviedo, tan abierta al avance del conocimiento, tan volcada en la sociedad que la rodea, tan dinámica y tan meritocrática.
Que vengan, que vengan y que vean el progreso portentoso de este país, los pueblos vacíos, la juventud repartida entre Madrid y Londres, el presupuesto invertido en glorias como el Niemeyer o el túnel de Pajares. Pero eso sí: a leales, provincianos y sumisos no nos gana nadie.